La fertilidad se ve afectada por muchas patologías que interfieren directa o indirectamente en alguno de los pasos del proceso reproductivo (1). El especialista, en su primer acercamiento a una pareja que no logra concebir, solicita una serie de estudios para identificar alguna de esas patologías. Pero muchas veces el motivo de infertilidad no se asocia a una patología puntual, como la endometriosis o la poliquistosis ovárica, sino a una cuestión biológica, la edad reproductiva (1).
Es habitual recibir pacientes en torno a los 40 años con altas expectativas de lograr un embarazo espontáneo, basadas en experiencias ajenas o casos conocidos. Si bien es cierto que muchas mujeres logran embarazarse después de esa edad, también lo es que la probabilidad disminuye notablemente con el paso del tiempo (2). La función del especialista en medicina reproductiva consiste en optimizar las posibilidades biológicas de cada pareja mediante tratamientos adecuados, evitando que el tiempo juegue en contra mientras se intenta la concepción de manera natural.
El conocimiento de los procesos fisiológicos tanto femeninos como masculinos ha permitido establecer estrategias específicas para preservar o mejorar la fertilidad. Entre ellas se destacan los tratamientos de fertilidad indicados a tiempo y la criopreservación de ovocitos en mujeres jóvenes sin un deseo reproductivo inmediato. Esta práctica, que permite conservar ovocitos con su calidad biológica actual, constituye una reserva reproductiva valiosa para el futuro, dado que la cantidad y calidad ovocitaria disminuyen de manera progresiva e irreversible con la edad (3).
A diferencia del varón, cuya espermatogénesis se renueva cada 72 días aproximadamente (1), las mujeres nacen con una dotación ovárica finita, que se reduce con el tiempo y envejece junto a la persona. Este deterioro no solo implica una menor cantidad de ovocitos disponibles, sino también un aumento en la proporción de óvulos genéticamente anormales, especialmente a partir de los 35 años (4). Factores ambientales y metabólicos, como la obesidad, pueden acentuar esta disminución al alterar el microambiente ovárico y uterino (5).
Datos relevantes para considerar (1,4,6,7):
La postergación de la maternidad expone a la mujer no solo a los efectos propios del envejecimiento ovárico, sino también a la aparición de patologías benignas frecuentes como pólipos endometriales o miomas uterinos, que si bien en otros contextos podrían ser clínicamente irrelevantes, adquieren relevancia al afectar la capacidad reproductiva (8)
En este escenario, resulta clave la educación reproductiva basada en evidencia, que permita a las personas conocer sus opciones, planificar en función de sus objetivos y consultar a tiempo con un especialista.
Referencias: